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abril 19, 2006

PARENTAL ADVISORY

lunes por la tarde. si. fatídico. como todo lunes. el sólo hecho de que sea el inicio de una eterna y rutinaria semana me manda a la cresta. el día empezó temprano, trabajos y más trabajos. y a la tarde, a matemáticas (apoyos ii). ¡que inhumano!, ¡que tortura!: matemáticas en el lunes en la tarde. llegué más temprano de lo normal, pues las circuntancias lo determinaron así. merodee por las aulas 800. un cigarro me habia propuesto fumar cuando aparece fleaux y me dice que hay ayudantía. ¿ayudantía? ¿a esta hora? normalmente la cosa era después de la clase en sí. ya. filo. me parece. si a fin de cuentas, tengo un control y no se nada y puede que aprenda ahí. ¿el cigarro? para después.

entro a la sala. tenue ambiente, ese típico ambiente de estrés medio rancio (aunque no hayas hecho nada te estresas igual) que te da la matemática. el profesor (o ayudante. poca diferencia hay) no llegaba y yo ya me hartaba del denso aire. entra apurado en eso a la sala un señor de barba negra y de cotona blanca. por eso reconoces a cualquier profesor de matemáticas: la cotona blanca y los lápices bic azul y grafito en el bolsillo del pecho. sigo describiendolo, cincuentón de cabeza grande, con facciones cuadradas en el mentón, facciones que se cubrían de una barba negra, que se veía larga comparada con el pelo como recién cortado de su cabeza con entradas (la frente amplia); usaba lentes gruesos y por entre los cristales se podía ver sus ojos que yo juraba verlos en otro lado... en otro lado...

se paró al frente de nosotros y empezó a hablar, de una manera silenciosa, tímida. al instante me dió una especie de ternura terrible. se disculpaba por llegar tarde, se disculpaba por estar listo para una materia (y no para la que necesitabamos nosotros), todo lo hacía dando total responsabilidad a él. no era de esos que intentaban dar lástima pidiendo perdón. al contrario. sincero, y honesto al reconocer sus errores, prometiendo soluciones. en esos instantes no podía dejar de mirarlo. no sé. eran sus ojos... esa sensación como que debía de respetarlo, esa sensación de cariño por un viejo que recién ahí conocí. es indescriptible todo lo que sentí, y sin saber porqué.

de repente, su vista chocó con la mía. ahí lo entendí todo. todo era evidente. sus ojos claro que los había visto antes. y claro que había cariño en esa mirada. los lentes gruesos no lograron ocultar esa mirada... esa mirada...

y en un segundo de pensamiento me dí cuenta de todo lo que pasó: no era el profesor como tal. era el cariño paternal lo que buscaba .era mi papáa quién que veía. mi papá disfrazado de barba, con entradas en la frente y lentes más gruesos de lo normal. y claro que lo quería pues esa mirada eran la de mi papá hace años ya. y brotó la triste realidad: es ese cariño paternal el que no veo hace harto tiempo ya. pasa que el viejo cada vez más distante de mi está. y son muchas las cosas que provocaron esto: paso menos tiempo, su trabajo no estresante pero si cansador, la aparición de mis dos hermanos menores, quienes se llevan los créditos siempre, los nuevos favoritos (y no los culpo). pasa que ahora sólo hablamos cuando tengo que pedirle algo y el me reta por algo. la aparición del profesor de barba me mostró que es un problema que tengo. el karma que cargo y que ni notaba. para que voy a andar con webadas, en este segundo de pensamiento me dieron hasta ganas de llorar por la pérdida del cariño de mi papá. o quizás también ganas de agarrarlo a puteadas, de que se acuerde que soy su hijo, y que cuando lo busco para hablar espero que me tome en cuenta el muy conchesumadre. pienso que el realmente me odia. me odia en serio. y me odia por lo que soy. por lo que represento. un jóven. un jóven que no salió dócil ni trabajólico ni digeder ni cristiano ni respetuoso. al contrario: terco, artista, tollero, sedentario, flojo en lo que no me importa, agnóstico, insolente, impetuoso.

en ese segundo en el cual mis ojos chocaron con los otros del profesor me di cuenta de que al fin y al cabo no tengo papá. y peor aún: sin darme cuenta, ando buscando ese cariño paternal, ese apoyo verdadero que una vez tuve y me hizo feliz. y eso sí que es triste. pero hay ya harta agua pasada por el río, y ya me acostumbro. evolución puede ser. quizá era inevitable. y quizá hasta necesario.

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abril 02, 2006

LA CULPA DE LAS MICROS

[trabajo de investigación . . guión y argumento . . crónicas urbanas . . si eres mi compañer@, no me la copies, que tiene copyright]

No puedo imaginar esa escena en la cual los dueños de las micros decidieron de qué color pintar sus máquinas. Qué se les habrá pasado por la cabeza para mi es un misterio. Se habrán visto lindas recién pintaditas. O quizás era el color corporativo de la empresa. Quién sabe.
Resulta que no pensaron en las consecuencias de usar tales tonalidades antiestéticas. Azules, celestes, rojos; beiges, verdes y hasta cafés, todos en lineas horizontales horribles. Letritas desatinadas. Una presentación francamente desatinada. Son estas micros talquinas las que tienen la culpa de todo. Y me atrevo a decir que provocan una inevitable depresión en la gente. Aunque muchos no se den cuenta, son estos colores los que predominan en nuestras calles. En nuestras degradantes calles.
La rutina del talquino común tiene un profundo nexo con la locomoción colectiva. Usuarios se agolpan en las puertas de las deslucidas micros. Las señoras sentadas. El pasillo repleto. Personas amontonadas como animales en un camión. El micrero que ladra a los escolares idiotizados de sueño, que se saquen las mochilas, que se corran al fondo. Así se viaja hasta llegar a la Dos Sur, imperio de las horribles micros.
Así es. La Dos Sur. El verdadero festín de latones horriblemente pintados. Y en pleno centro de Talca. En pleno corazón de la urbe. La principal arteria de la ciudad, aparte de no tener una buena presentación en si misma, aparte de ser un obligado lugar de pasar, se le suman aquellos matices patéticos. Y es esta Dos Sur la bienvenida a la triste realidad talquina.
El gran problema de Talca es que es fea. Construcciones viejas mal cuidadas, con grandes letreros luminosos intentando ocultar lo más posible la antigua fachada, o las molestas esquinas llenas de farmacias. Las esculturas llenas de graffittis estúpidos sin fines artísticos siquiera. Las calles llenas de hoyos. No hay turismo, nada que la potencie, nada que sea un decente punto de encuentro. No hay estar. Y esto provoca una rutina horrible. La vida se resume en despertar, trabajar, comer, trabajar, dormir. Talca se torna un sinónimo de desmotivación.
Y esa desmotivación es la que las micros provocan en un considerable porcentaje. Pienso cómo seria la ciudad con micros más agradables a la vista. Colores puros. Cada línea con su tono. Sin líneas. Sin letras, o por último, letras sin tanto protagonismo. Así, mientras más micros hayan en la calle, más colores llenarían el espacio.
Mientras no se cambie eso, la urbe seguirá hundida en la más profunda y triste rutina.

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